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Camboya: Personas que ejercen el trabajo sexual sufren arrestos y detenciones ilegales

Las autoridades deberían investigar y cerrar los centros estatales donde se cometen abusos

(Phnom Penh)-El Gobierno de Camboya debería actuar inmediatamente para acabar con la violencia contra las personas que ejercen el trabajo sexual y cerrar permanentemente los centros gubernamentales donde estas personas han permanecido ilegalmente detenidas y donde han sufrido abusos, Human Rights Watch señaló en un informe publicado hoy. Human Rights Watch también urgió al Gobierno camboyano que suspenda las disposiciones de la Ley sobre Supresión de Tráfico Humano y Explotación Sexual de 2008 que hacen más fácil que las autoridades cometan abusos y hostiguen a las víctimas.

El informe de 76 páginas de Human Rights Watch, "Off the Streets: Arbitrary Detention and Other Abuses against Sex Workers in Cambodia" (Fuera de la calle: Detenciones arbitrarias y otros abusos contra las personas que ejercen el trabajo sexual en Camboya), está basado en más de 90 entrevistas y conversaciones en grupo con mujeres y personas transgénero que ejercen el trabajo sexual en Phnom Penh, Battambang, Banteay Meanchey y Siem Reap. Entre otras cosas, describe cómo estas personas son víctimas de una amplia variedad de abusos, incluyendo palizas, extorsiones y violaciones por parte de las autoridades, especialmente en Phnom Penh.

"Durante demasiado tiempo, la policía y otras autoridades han encerrado ilegalmente a personas que ejercen el trabajo sexual, las han golpeado y violado, les han robado su dinero y otras posesiones", dijo Elaine Pearson, directora interina de Asia para Human Rights Watch. "El Gobierno camboyano debería exigir una pronta y exhaustiva investigación independiente de estas sistemáticas violaciones de los derechos humanos de las personas que ejercen el trabajo sexual y cerrar los centros en donde han sido víctimas de abusos".

La policía arresta a personas que ejercen el trabajo sexual en redadas rutinarias en las calles y parques de Phnom Penh. Algunos de los episodios de violencia son oportunistas, mientras que otros abusos son usuales durante represiones  y redadas periódicas de la policía y las autoridades del distrito. A veces las personas que ejercen el trabajo sexual son el blanco específico de estas operaciones y otras son arrestadas junto con otros grupos de personas marginales que se encuentran en las calles.

La policía abusa de las personas que ejercen el trabajo sexual con impunidad. Varias personas que ejercen el trabajo sexual describieron a Human Rights Watch cómo la policía las había golpeado con los puños, palos, garrotes de madera, y porras eléctricas. En varias ocasiones, los agentes de la policía las violaron mientras se encontraban recluidas en los centros de detención. Todas las personas que ejercen el trabajo sexual con quienes Human Rights Watch conversó tuvieron que pagar sobornos para ser liberadas o habían sido víctimas de robo a manos de las autoridades.

Una ley camboyana de 2008 contra el tráfico humano y la explotación sexual declaró ilegal cualquier forma de tráfico, incluido el trabajo forzoso. Human Rights Watch descubrió que la policía en más de una ocasión se valió de estas secciones de la ley que combate la prostitución y la provisión comercial de sexo para justificar el acoso de las personas que ejercen el trabajo sexual. Las disposiciones también son lo suficientemente amplias como para poder declarar ilegales las actividades de defensa y difusión de grupos de personas que ejercen el trabajo sexual y de quienes las apoyan.

Human Rights Watch instó a que el  Gobierno de Camboya consulte con estos grupos de personas que ejercen el trabajo sexual, agencias de la ONU  y organizaciones especializadas en la defensa de los derechos humanos, el tráfico y la salud para revisar y evaluar el impacto que tienen las disposiciones de la ley de 2008 sobre tráfico y explotación sexual sobre los derechos humanos de las personas involucradas en el trabajo sexual, antes de implementar dichas disposiciones.

"En un contexto en el que la policía ya actúa con impunidad, el Gobierno de Camboya debe reconocer que penalizar la prostitución es una receta para continuos abusos a los derechos humanos", señaló Pearson. "El Gobierno debería volver a la mesa de diseño y empezar por consultar a grupos de personas que ejercen el trabajo sexual y otros grupos, antes de seguir implementando las disposiciones de las que ha abusado la policía".

En Phnom Penh, las autoridades transfieren a las personas que ejercen el trabajo sexual a la Oficina de Asuntos Sociales del municipio, y de ahí a organizaciones no gubernamentales o a Prey Speu, el Centro de Asuntos Sociales del Gobierno. Las condiciones en Prey Speu son extremas.  Personas que ejercen el trabajo sexual, mendigos, drogodependientes, personas sin hogar y niños de la calle retenidos en el centro han reportado cómo los miembros del personal de PreySpeu golpearon, violaron y maltrataron a los detenidos, incluidos los niños. Defensores locales de los derechos humanos que citan a testigos presenciales alegan que al menos tres personas, y posiblemente más, fueron golpeadas hasta la muerte por guardias de PreySpeu entre 2006 y 2008.

Tras las campañas de defensa de grupos de activistas camboyanos y organizaciones internacionales, en 2009 y 2010, la Oficina de Asuntos Sociales del municipio empezó a enviar a la mayoría de las personas que ejercen el trabajo sexual detenidas en redadas a centros bajo la custodia de organizaciones no gubernamentales, en vez de Prey Speu. Sin embargo, desde mayo de 2010, al menos 8 personas que ejercen el trabajo sexual han sido detenidas ahí. Las personas que ejercen el trabajo sexual arrestadas en junio de 2010 en Prey Speu fueron encerradas en sus celdas y sólo pudieron abandonarlas dos veces al día para poder bañarse en un estanque de agua sucia, o ir al baño, acompañadas de un guardia.

Human Rights Watch hizo un llamamiento al Gobierno camboyano para que cierre permanentemente los centros de Asuntos Sociales como Prey Speu, donde las personas son ilegalmente retenidas. En el informe de enero de 2010, "Skin on the Cable" (Piel sobre el cable), Human Rights Watch documentó los escalofriantes abusos que dan lugar en centros de detención de Camboya contra personas que consumen drogas. El Gobierno del país también debería establecer una comisión especial que investigue estos abusos exhaustiva e independientemente, y asegurarse de que los autores rindan cuentas. Hasta ahora, la policía y otras autoridades han eludido la responsabilidad por estos abusos.

"El Gobierno camboyano debería cerrar de forma inmediata y permanente los centros de detención como Prey Speu, donde la gente es detenida, maltratada y torturada ilegalmente", afirmó Pearson. "Procesar legalmente a quienes cometan estos delitos enviaría un poderoso mensaje de que los abusos contra las personas que ejercen el trabajo sexual no serán tolerados".

Los donantes que respaldan las campañas anti-tráfico y los programas de capacitación de la policía, especialmente Estados Unidos, Australia, Japón, la Unión Europea y la ONU, deberían revaluarsus contribuciones a la policía y el Ministerio de Asuntos Sociales hasta que se lleve a cabo una completa investigación independiente de las alegaciones de abusos, se lleve ante la justicia a los declarados responsables y los centros de Asuntos Sociales como Prey Speu sean cerrados permanentemente. Pese a años de preparación de las fuerzas policiales, los abusos de la policía siguen siendo una realidad de todos los días, incluso por parte de las unidades que han sido preparadas con donaciones internacionales, como las unidades especializadas en operaciones anti-tráfico.

"Los donantes no deberían gastar su dinero en preparar a policías abusivos, sino tomar medidas que garanticen la responsabilidad del Gobierno camboyano", dijo Pearson.

Testimonios de personas que ejercen el trabajo sexual en el informe "Fuera de la calle":

Neary, una persona transgénero (de hombre a mujer), que ejerce el trabajo sexual, describe cómo fue torturada por miembros de la policía:

"Tres agentes de la policía me golpearon gravemente en una comisaría de policía en la comuna de Wat Phnom después de que fui arrestada en un parque. Uno de los agentes apuntó su arma contra mi cabeza y apretó el gatillo, pero la bala no salió. Me dieron patadas en el cuello y la cintura y me golpearon la cabeza y el cuerpo con el palo de una escoba. Todo esto duró alrededor de media hora. Les supliqué que no me pegaran. Los agentes de la policía fueron crueles y no me dijeron cuál era la razón por la que me hacían esto".

Tola, de 20 años, reporta cómo la policía extorsiona el dinero de las personas que ejercen el trabajo sexual:

"En la comisaría (del distrito de Daun Penh), la policía nos preguntó si yo tenía un ‘me-ka' (representante). La policía me dejó a mí y a otras compañeras que llamáramos a nuestros ‘me-kas' para que vinieran a pagar el lous (soborno) a cambio de nuestra liberación. Quince de las 20 (trabajadoras del sexo) fueron puestas en libertad después de que sus representantes vinieron a pagarle a la policía. El resto de nosotras fuimos retenidas en la comisaría durante tres días antes de ser devueltas a la Oficina de Asuntos Sociales y luego a un refugio de una ONG".

Srey Pha, de 27 años, relata su experiencia en Prey Speu:

"(Prey Speu) era como el infierno. Yo era una entre otras 30 personas encerradas con hombres, mujeres y niños. No había inodoro en la celda, sólo dos cubetas que servían como retrete para todos. Manchas de sangre cubrían las paredes. Por la noche no podía dormir del miedo y la preocupación. Me dieron muy poca comida en dos raciones al día: arroz con prahok (pasta de pescado fermentado) y un poco de tamarindo. Sin plato ni cuchara. Tuve que comérmelo de una bolsa de plástico. Por la noche, el guardia le dio una tremenda paliza a un hombre que intentó escapar".

Nika, de 28 años, describe una paliza por parte de los guardias de seguridad de un parque municipal:

"Primero, un guardia vino y me dio una patada y dijo: "¿Por qué?" Luego, vinieron otros tres guardias. Dos guardias me sujetaron los brazos mientras los otros dos me golpeaban. Me dieron bofetones en la cara. Parecían estar un poco borrachos. Me golpearon con ramas de bambú y con su radio en la cabeza y por todo el cuerpo. Me arrancaron la ropa. La policía pasó por ahí, pero no hizo nada. Los guardias siguieron golpeándome durante casi media hora. Mucha gente lo vio, pero todos tenían demasiado miedo como para intervenir. El director de seguridad le dijo al otro guardia que si me volvían a ver por ahí, debían apalearme hasta matarme."

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