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Manifestantes se concentran en apoyo de la activista climática Deanna «Violet» Coco, condenada a prisión por ayudar a bloquear el puente del puerto de Sídney, frente al edificio judicial Downing Centre en Sídney, Australia, 13 de diciembre de 2022.  © 2022 David Gray/AFP via Getty Images

Mientras nuestro planeta arde sin control, muchos políticos titubean... y lo que es peor.

Lo entiendo. La realidad es dura. Requiere decisiones difíciles. Para los políticos es mucho más fácil presentar un mundo de fantasía, negar o restar importancia a la ciencia del cambio climático provocado por el hombre. Y cuando alguien rechaza su pensamiento fantasioso y exige medidas contra el cambio climático, simplemente utilizan el poder del Estado para hacerles callar.

Los gobiernos recurren cada vez más a la represión contra quienes piden a sus dirigentes que tomen medidas para hacer frente a la crisis climática. Están amenazando a los defensores del medio ambiente en muchas partes del mundo, utilizando la intimidación, el acoso legal y, absurdamente, las leyes antiterroristas contra los activistas climáticos. A veces, incluso recurren a la violencia letal.

En el estado australiano de Nueva Gales del Sur, por ejemplo, el gobierno creó una nueva ley contra los manifestantes que bloquean carreteras o puertos. El extraño resultado es que los activistas que molestan temporalmente a algunas personas han sido enviados a prisiones de máxima seguridad durante meses, mientras que las personas que cometen delitos violentos, como agresiones, pueden evitar ir a la cárcel.

En el Reino Unido también se está reprimiendo a los manifestantes contra el cambio climático. 
Las leyes promulgadas recientemente restringen con dureza el derecho de las personas a protestar pacíficamente. En diciembre, un manifestante pacífico por el clima que participó en una marcha lenta por una vía pública durante unos 30 minutos, fue condenado a seis meses de cárcel.

Europa también está fallando, con leyes y prácticas represivas introducidas recientemente en varios países. Las autoridades tienen en el punto de mira a los movimientos ecologistas, que ahora se califican a veces de «amenaza terrorista», y los atacan con persecuciones judiciales y brutalidad policial.

La represión del activismo ecologista también se está produciendo en otros lugares: Uganda, India, y la lista continúa.

Pero la cuestión es que la represión no cambia la realidad de la crisis climática. Acoso, detenciones, encarcelamientos, asesinatos... nada de eso frena la emisión de carbono a la atmósfera por parte del ser humano, que es el verdadero problema.

Los gobiernos deberían tomar medidas para abordar la crisis climática en lugar de dedicar tiempo y esfuerzo a violar los derechos humanos de quienes denuncian la situación.

 

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